El periodismo es, probablemente, uno de los oficios más extraños de nuestro tiempo. Es una profesión de servicio que se basa en la credibilidad y la honorabilidad de quien la ejerce, cristal que condiciona toda la utilidad de su trabajo. Sirve el periodista para contar historias sobre lo que sucede, para tejer con palabras la manta que cubre nuestra sociedad y sus caprichos, nuestra idiosincrasia y sus más de 50 sombras. Aunque nunca estudié la carrera de comunicación social, siempre supe que la función del periodista, del comunicador, estaba del lado de atrás de los eventos. Nunca en el frente. Contar las noticias, nunca protagonizarlas.

Ayer la clase periodística ha faltado a ese principio, convirtiéndose a sí misma en la noticia. Diversos incidentes ocurridos en el Palacio Nacional han desencadenado en una hilera de publicaciones que lejos de cumplir con su rol de contar los hechos, son más bien una exagerada muestra de urticaria cerebral.

¿Qué pasa en Palacio?

El Palacio Nacional es una fuente permanente de noticias. Desde siempre ha habido periodistas asignados a cubrir esa locación, muchos de los cuales han hecho carrera en los pasillos de la vieja edificación. Es una especie de orgullo entre estos profesionales contar los años que tienen cubriendo el Palacio. Por ello, lo conocen bien, por dentro, por fuera, al revés y al derecho (si alguna vez ha estado así). Probablemente sean los periodistas, más que ningún otro tipo de profesional, militar, empleado o funcionario, quienes están en mejor posición para comprender lo que es el Palacio Presidencial. O al menos, eso parecería desde mi civil y desenfadada acera.

Lamentablemente, yo no soy periodista. No obstante, tengo una profunda afinidad con esa profesión y procuro ejercer mi labor como bloguero abrazando estrictos estándares que he tomado prestados del periodismo. Ejerzo mi criterio personal buscando investigar y documentar mis palabras con el mayor empeño que me da mi inteligencia. Fallo, como cualquiera, pero hasta cuando fallo lo hago de buena fe.

Yo laboré en la Presidencia de la República por dos años, entre 2004 y 2006, en el departamento de informática. Durante ese tiempo, me tocó con cierta frecuencia asistir (como soporte) a reuniones y ruedas de prensa que se realizaban en las diferentes áreas del Palacio Nacional. Líbreme Dios de generalizar, pero la realidad es que la manera de comportarse de una gran cantidad de los periodistas que cubrían en ese tiempo la fuente dejaba demasiado qué desear. No era extraño ver personas hablando en voz alta, preguntándose unos a otros algún detalle y creando un murmullo irrespetuoso en medio del salón. Tan notoria era la falta de modales, que algunos de sus colegas, con vergüenza ajena, se ocupaba de ponerlos en cintura.

Grupo de periodistas en los pasillos (foto de Hoy.com.do)

Grupo de periodistas en los pasillos (foto de Hoy.com.do)

Pero lo peor del caso sucedía justo cuando no sucedía nada, cuando no habían noticias cocinándose. Siendo el Palacio Nacional un usual crisol de informaciones, con frecuencia algunos periodistas se quedaban más tiempo del necesario en las instalaciones “por si acaso”. Era raro encontrar la sala de prensa vacía, y los pasillos que comunicaban las distintas oficinas clave normalmente tenían un par de periodistas fungiendo como atalayas, prestos a dar la voz de alerta para que el resto acudiera en molote a enterarse de algo nuevo. Eso era en 2004, recién inaugurada la segunda gestión de Leonel Fernández, viniendo del mandato de Hipólito Mejía en donde las cosas eran, sin dudas, mucho más distendidas. Con el tiempo he de admitir que las cosas mejoraron notablemente al mismo tiempo que mejoró el equipamiento de la Sala de Prensa Orlando Martínez. Desde principios del 2006 no he vuelto a la sede de gobierno y no tengo conocimiento fáctico de cómo eran las cosas. Sin embargo,  este artículo del periódico Hoy muestra la imagen de arriba, la que refleja perfectamente lo que Mabel denuncia y que yo atestiguo.

Leyendo los tuits publicados por Mabel Lemoniel, los que provocaron el berecumbé que motiva esta limonada, el 2004 regresó a mi memoria como si hubiera sido ayer. Quizás exagero. Quizás me estoy quedando corto. Sólo sé que la chercha que viví en los pasillos del Palacio se asemeja demasiado a las escenas que Mabel describió. Toda esa informalidad, esa bacanería de hace casi 10 años coincide casi ras con ras con lo que, de acuerdo a Mabel, sigue sucediendo en la sede de gobierno.

Y todo, en mi inconsulta y “afrentosa” opinión, se debe a una simple falta de ubicatex 500mg: Muchos periodistas olvidan que están en el Palacio Nacional, sede de la Presidencia de la República.

Un lugar casi sagrado

¿Se nos olvida que el Palacio Nacional es un monumento? La categoría de la edificación por sí sola debería bastar para guardar las costumbres y recordar que se está en un entorno lleno de solemnidad. Y como si esto no bastara, se hace necesario recordar que en ese lugar se encuentran las principales figuras de nuestro país, en las personas del Presidente Danilo Medina y la Vicepresidente (nunca Vicepresidenta, aunque la RAE haya claudicado) Margarita Cedeño. ¿Algo más? Sí, claro. Estas dos personas se encuentran TRABAJANDO. ¡Rayos!

Me gustaría poder conocer el manejo que tiene la prensa en la casa de gobierno en otros lugares del mundo. ¿Me van a decir que ese ambiente dicharachero que denuncia Mabel se da en otras latitudes? Probablemente sí, en países que, como el nuestro, no tienen respeto por las jerarquías, y donde se abraza la “libertad de expresión” y el “derecho a la información” como excusas para romper cualquier protocolo.

El que Mabel haya cometido la indelicadeza de expresarse en público a través de su cuenta personal en Twitter, señalando a su vez las indelicadezas de muchos periodistas que cubren la fuente palaciega, es un doble llamado de atención. No discuto que a Mabel “se le montó el margaritacedeñismo” y llevó a un medio público algo que debía mantenerse en privado. Pero no es menos cierto que la clase periodística se rasga las vestiduras por algo que muy al contrario debería llamarla a reflexión y cuestionarse si no está bueno de ir a cubrir el Palacio como si se tratara de algo ligero.

Las trabas

La queja de los periodistas tiene que ver con las dificultades que confrontan en realizar su labor informativa. Conozco varios periodistas y hay una coincidencia de todos al señalar que “es muy complicado” cubrir la fuente palaciega. Y así como recuerdo la chercha que armaban en el 2004, también recuerdo que ya para entonces ese era un clamor añejo. La prensa ha tenido siempre dificultades para cubrir las informaciones que emanan del Palacio Nacional, algo que sospecho que se ha agudizado en la presente gestión pues es bien sabido que Danilo Medina es menos amante de las luces de flash que su antecesor.

¿Se justifica el comportamiento distendido y ligero que los periodistas acostumbran tener en Palacio, por el hecho de que “se la ponen difícil” para obtener informaciones? Sinceramente no veo relación de dependencia entre ambas cosas; más bien me suena a excusa endeble. Pero como yo no soy periodista y como tengo más de seis años que no paso por la sede gubernamental, es bastante seguro que esté dejando de ver ciertos factores.

Desde fuera, lo que se percibe es a un grupo de profesionales de la comunicación que han querido exagerar un franco desliz de una persona. Todo apunta a que se ha tomado a Mabel como chivo expiatorio para personificar a todo el engranaje presidencial como crítico de la labor del periodista. Más aún, las notas periodísticas que han surgido son tan abultadas en sus términos que el incidente parece algo realmente importante, cuando lo que realmente importa no es siquiera considerado por les redactores.

De verdad, ¿había que hacer el bulto de ese tamaño? En El Nuevo Diario, Listín Diario, Informativos Teleantillas, CDN, El Caribe, Diario Libre y no sé cuántos medios más, ¿realmente eso era la verdadera noticia del día? ¿O se trata más del clásico gadejo contra una persona que les dijo dos o tres verdades bien dichas (aunque en un lugar inadecuado)?

Acábenme ahora.

(la imagen del encabezado es de aquí).

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3 Comments La urticaria cerebral de la prensa

  1. carlosllub

    Darío, muy buen análisis, valoro mucho el hecho que sabes mencionar tu propia experiencia con el caso y el “extraño hecho” que coincide con las declaraciones de la joven en cuestión.

    Cuando me enteré del caso (gracias a ti y a Melvyn Pérez, no gracias a la prensa) pensé lo mismo que tú, es una nota abultada, muestra de cómo la prensa abusa de su medio para manifestar su punto.

    El tema del periodista de menor nivel que se desarrolla en este país (al menos así lo percibo), creo que nuevamente es un tema de mercado y de masas: muchos, en nuestro ecosistema de Twitter / FB catalogamos a la prensa local como poco profesional, pero realmente no somos la mayoría, no damos para pagar las imprentas, las cámaras y el salario de los periodistas.

    Sobre la acción de la joven ( y el ser sancionada por su empleador), me motiva a reflexionar en un tema muy gris, que quisiera poder cubrir con un artículo. Como ya trataste el tema del periodismo tan espléndidamente, me tomaré la frescura de tomar tu post como referencia 😉

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    1. dariomartinezb

      Gracias, Lluberes.

      Sobre el periodismo, lamentablemente ese es el periodismo que tenemos, el mismo que refleja lo que somos. Hay excelentes periodistas pero también hay muchos que desdicen del oficio y lo dañan. Al igual que hay informáticos que prostituyen nuestra manera de ganarnos las habichuelas. A mí lo que me asombra es la rapidez con que todos se “apandillaron” a denunciar su indignación por las críticas que no son menos que copia fiel de lo que ellos hacen.

      No sé de qué trate tu post, pero admito que también a mí este caso me ha provocado una disyuntiva ético-profesional que quisiera abordar en otro momento. A ver si estamos en la misma página.

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  2. Van TroI

    Solo refleja lo que hace una gran mayoría sin educación y que cree que todo es suyo y no necesita tener modales (perros por su casa).

    Solo hay que ver como abordan al presidente, un tumulto de gente forcejeando. Y así mismo pasa en la fiscalía, procuraduría, etc.

    Sin verlo, sin conocer a la joven y sin nunca haber ido al palacio yo le soy un voto de confianza a la joven.

    Lo peor de todo es que para quedar bien el gobierno sanciona a la joven y afirma que ese desorden no pasa en lo absoluto.

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