Vainas que no entiendo…

Hay miles de cosas que no entiendo, y que no entenderé nunca. Claro pues, ya que nadie puede pretender entenderlo todo… pero hay cosas que definitivamente no me caben en la cabeza.

¿Por qué hay gente que habla durísimo sin necesidad? Especialmente cuando están hablando en el celular. Es increíble la cantidad de conversaciones que yo me he tirado en cualquier fila bancaria, en donde un sujeto (o peor, una sujeta) mantiene un medio-diálogo con alguien al teléfono, pero todos los demás somos oyentes inconsultos. Y son tan añépidos que su lengua no tiene policías acostados y dicen a viva voz direcciones, teléfonos, nombres, detalles personales, lugares a los que irá luego de salir del banco… ¡Qué imbéciles! Y lo peor es que después se quejan de la delincuencia, sin darse cuenta de que le han puesto todo en bandeja de plata al más novato de los ladrones.

¿Por qué hay gente que no sabe hablar normalmente por el celular? He visto cantidad de personas que se colocan el aparato en la oreja para escuchar, y para hablar lo quitan de su sién para ubicarlo de frente a la boca y entonces hablar (de paso, muchos lo hacen durísimo, como los del punto anterior). Es bien chistoso ver a estos individuos alternando oreja y boca con el pobre aparato.

¿Por qué la gente se mete en las filas para hacerse notar, irrespetando el turno de los demás? Esa vaina me revienta. Nunca voy a entender cuál es la idea de adelantarse en la fila para averiguar algo obvio, o peor aún para pretender que le atiendan. Recuerdo un caso fabuloso, en el colegio de mi hija. Resultó que los libros de Vielka llegaron bastante tarde y “para mejor control” el colegio exigía que comprásemos los libros directamente a ellos. Cuando llegué, había una sola persona (muy amable, pero sin dudas insuficiente para la labor) atendiendo a las personas. Me pongo en mi fila y delante de mí hay dos señoras y una que está siendo atendida. En eso llega una naríz-pará y desde que pasan 10 segundos en la fila empieza a quejarse “¿y sólo hay una persona despachando?” (no, idiota, la Mujer Invisible también está ayudando), “¿y ustedes están en fila?” (no, cómo piensas, estamos en un experimento para investigar cuántos imbéciles preguntan eso), “¿y ustedes también vienen a buscar los libros?” (ah, carajo, ¡yo que vine a comprar un picapollo!). El caso es que la tipa por todos los medios quería que la atendieran de primero, y la joven le explicó con cortesía primero y con elegante firmeza al insistir la sujeta, que tenía que esperar su turno. Diablos, ¡qué maldita tipa! Me di gusto escogiendo mis libros con una parsimonia fabulosa.

¿Por qué los semáforos de nuestro país son como un río lleno pirañas? Casi no existe una esquina donde no nos salga un carajo con una esponja más sucia que la conciencia de un diputado, o un vendedor de cualquier cosa, o un tullío en silla de ruedas, o la clásica haitiana con un niño en brazos, encuero y con el bimbín afuera. Todos a la caza de cinco pesos (ya no aceptan monedas de un peso). La verdad es que nuestras esquinas son una pasarela de la necedad.

Son tantas vainas que no entiendo… no ombe… somos un país de desorden en todos los sentidos.

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